Academia: una palabra con historia
Cuenta la leyenda que Helena, hermana de
Cástor y Pólux, era una mujer hermosísima que fue raptada por Teseo cuando
estaba bailando en el templo de Artemisa.
Al conocer el secuestro de su hermana,
Cástor y Pólux recorrieron toda el Ática, causando la desolación y muerte de
sus habitantes, y solo cuando un ateniense llamado Akademos les indicó que
Helena estaba prisionera en la fortaleza de Afidna cesaron en sus ímpetus
destructivos. En recompensa por su actitud, Cástor y Pólux regalaron a Akademos
una finca situada a orillas del Cefiso, a seis estadios de Atenas.
En esta finca, llamada jardines de
Akademos se alzaron altares dedicados a Júpiter, a Eros, a las musas, a
Mercurio y a Hércules. Los caminos que
conducían al jardín estaban sombreados por multitud de árboles. Fue en este
parque o en sus inmediaciones que Platón empezó a reunir amigos y discípulos
venidos de todo el mundo, atraídos por su saber.
Estas reuniones fueron llamadas Escuela
de Akademos o simplemente Academia. En esta Academia, a la que sólo podían
asistir los hombres, se enseñaba la filosofía platónica y toda clase de
ciencias, organizándose discusiones sobre cualquier clase de tema.
Se cuenta que algunas mujeres, ansiosas
de sabiduría, se disfrazaron con hábitos masculinos para poder asistir a las
lecciones. Estas se desarrollaban en un templo dedicado a las musas, por lo que
se le llamó Museo.
Extraído de Palabras que tienen historia, de Carlos Fisas.